Se trata de la zona próxima a la ermita, en su parte norte, una vez descendida la cantera.
Una vez que ya había fermentado se sacaba por la “trujaleta” en donde con pozales se recogía y se llenaban las cubas para su segunda fermentación.
La “brisa” que quedaba en el “laco” se “escabezaba” (quitar la primera capa) y se le echaba agua para hacer la “vinada”, un vino aguado que había que consumir rápidamente porque se picaba muy fácilmente. Si se dejaba varios días el agua en el “laco” con las “brisas” se hacía vinagre.
No había costumbre de cubas de roble, eran de castaño. Se decía que la mejor madera para el vino era la de cerezo.
Era apreciado el vino que se embotellaba y se ponía en los tejados a la intemperie, con los hielos del invierno y el calor del verano envejecía rápidamente. Hoy en día no sería muy apreciado por el grado de oxidación que tenía.
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